miércoles, 10 de marzo de 2010

Secuestro

Y su gélida mirada pudo observar que delante de él habia un cristal tan duro como una piedra de cemento, y sus muñecas sonrojadas ardían con el roce constante de las cadenas del frio acero tan resistentes y rígidas como los muros de esa habitación. Cuando parecía que le hiba a volver a grabar, estaba tan exausto que no podia ni inquietarse, voy a morir, penso y fue entonces cuando sus muñecas doloridas calleron al suelo como dos trozos de carne muerta, sus cadenas se abrieron y delante de su tétrica y espectral sombra se hayaba una cuchara dando inicios de que aquella persona le hiba a alimentar, y aquel fue el momento que aprovechó el jóven pero cansado muchacho, cogió la cuchara y con las fuerzas que le quedaban la lanzó a su cara para salir corriendo. Sus piernas cansadas y sus ánimos agotados hacían lo posible por escapar y llegaban a su límite, pero aquel rostro oscuro le perseguía en lo profundo de la noche sin vacilar en el paso. Corría y corría mientras era consciente de que sus talones eran resguardados por los pies de aquella persona, con valor decidió volverse para plantar cara pero no encontraba el momento adecuado y cuando por fin lo hizo... el fantasma oscuro que pisaba sus talones había desaparecido, y cuando el muchacho se quiso dar cuenta estaba en medio de una carretera. Vio unos faros a lo lejos y pensó que al fin podría conseguir un poco de ayuda, y haciendo autostop agitando las manos de un lado a otro, dando saltos e interponiendose en el camino del vehículo este no paró, el chico se lanzó a la cuneta para no ser atropellado y cuando levanto la vista volvía a estar ahi, con gran prisa se dispuso a seguir aquella carretera tan rápido como pudiera y sin detenerse en ningun momento perdió de vista, otra vez, a aquella figura fantasmabólica que tanto tormento le hizo pasar.
Recordando los dolorosos latigazos, las frecuentes palizas y la tortura de las cadenas se despertó sobresaltado en una parada de autobus, eran hacia las 7:45 de la mañana cuando recordó, también, a su familia, su madre, su padre, sus hermanas y hermanos... sus amigos, su mejor amigo, su mejor amiga, su peor enemigo, su pareja... su pareja, cuanto deseaba estar con ella, un autobus se acercaba y un hombre le preguntó: -¿Subes?- el muchacho negó con la cabeza y acurrucado en el banco de espera de aquella parada de autobus no se dio cuanta de que era una de las paradas por la que pasaba el autocar de ida al instituto de su querida pareja, y cuando el autobus de esta paso con ella dentro se quedo atonita, parando el vehículo a voces, salió de él como si de un incencio se tratase y cuando pudo cogerlo en sus brazos y el chico abrió los ojos, este dijo: -Eres tú. Llegó el momento de despedirme...- y en sus últimas palabras concedió a su gran amor dos palabras que todo el mundo sabrá, dijo el chico y en su último aliento vivirá un sentimiento que, de verdad, esa persona que tanto quería nunca olvidará y entre lágrimas de cristal perdurará la historia de una persona que jamás olvidará un amor tan profundo que nunca morirá.

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